Los tucumanos recibieron aquel último domingo de octubre de hace 80 años con calor y aparente calma. El pronóstico anunciaba que iba ser caluroso y con pocas nubes. La temperatura superó los 30 grados. Nuestro diario informaba que el piloto porteño Ricardo Rissati iba en la delantera del Gran Premio Nacional de automovilismo, que terminaría ganado un día más tarde. La nota triste fue la muerte de Alfonsina Storni, que se arrojó a las aguas en Mar del Plata. En lo deportivo, la atención estaba puesta en la etapa definitoria de torneo de la Federación Tucumana de Fútbol: se enfrentaban San Martín con All Boys, Atlético con Argentinos del Norte, Central Norte con Obras Sanitarias y Bomberos con Central Córdoba.
Como diario dominical, las historietas y entretenimientos ocupaban dos páginas. Entre las caricaturas se destacaba Popeye, El gato Félix, Cuquita la mecanógrafa, Los tres chanchitos, Jim de la selva o el ratón Mickey, entre otras. El cine tenía una cartelera variada mientras que las dos radios que había en nuestra provincia, Aconquija y Tucumán, presentaban un amplio repertorio de programas con una programación que se extendía hasta la medianoche con música e informaciones.
Una curiosidad era que el primer programa del día en LV12 era “Ejercicios físicos”, con el profesor Juan Baranyal. Y si hablamos sobre la radio podemos aprovechar para decir que en esa fecha ocurrió una de las historias más importantes, tanto de la comunicación como del espectáculo: la famosa transmisión realizada por Orson Welles en base al libro de Herbert G. Wells “La guerra de los mundos”, que presentaba una invasión marciana a la Tierra y sus graves consecuencias para los seres humanos. Fue apenas una hora de transmisión, pero la repercusión que causó fue impactante.
Mientras que millones de personas en Estados Unidos aterradas salían de sus casas y ciudades escapando de la invasión, en Tucumán, ese día transcurrió con tranquilidad. A nuestras tierras la historia llegó dos semanas después, el 18 de noviembre de 1938, bajo el título: “la Invasión de los marcianos”. Una nota presentaba los hechos ocurridos durante aquella hora de transmisión y las consecuencias posteriores. La nota era acompañada por una foto del reconocido actor que por entonces tenía 23 años y un gran dibujo de nuestro reconocido dibujante Ricardo Saravia.
La transmisión
El primer párrafo expresaba: “En la costa este que forman los estados de Nueva York y Nueva Jersey, el mar y la atmósfera están tranquilos. Es de noche. La gente ha regresado a sus casas, después de disfrutar de las delicias domingueras. En los hogares se enciende la estufa, mientras un miembro de la familia conecta la radio para escuchar los boletines periodísticos del día, en la ‘Estación WABC de la Columbia Broadcasting System’. Habla el anunciador: ‘Tiempo bueno. Temperatura máxima 68 grados farenheit (unos 20 grados centígrados)… Conectamos nuestra estación con el hotel Park Plaza de Nueva York+ para oír las composiciones danzantes de la orquesta de Ramón Raquellos…”. Previamente se había anunciado el inicio del programa de Welles, que solía llevar a los micrófonos dramatizaciones de obras literarias ¿La audiencia se habrá percatado de esto antes de comenzar a escuchar? La tensión creció luego del primer boletín de noticias: “interrumpimos nuestra programación para anunciar… el profesor Farrell anuncia que a las ocho menos veinte ha observado varias explosiones de gas incandescentes en el planeta Marte. El espectroscopio dice que este gas es parecido al hidrógeno y que camina en forma de nubes hacia la Tierra, con velocidad sorprendente… Volvemos a nuestra transmisión”. Esta frase, que era parte del guión de Wells, disparó la preocupación de la población. Nuestra crónica reprodujo la transmisión para que los tucumanos conocieran los hechos ocurridos aquella noche de domingo. El relato debe haber sido tan realista que en Estados Unidos millones de personas se aterrorizaron.
Tras exponer toda la historia, nuestro cronista expresa: “he aquí la farsa interpretada por la radio que ha originado las llamas de la más famosa tragicomedia, desde la costa Este (Nueva York y Nueva Jersey) hasta los estados del interior y del lejano Canadá, las poblaciones temblaron. Miles de habitantes creyeron en el fin del mundo. El realismo de la ciencia moderna interpretó el libro La guerra de los mundos de H. G. Wells como si efectivamente nos visitaran los marcianos. Orson Welles arregló la tragedia para el aire”.
Luego agrega: “lo que comenzó en una comedia, finalizó en un desastre. El mismo Wells ha protestado de este realismo americano, sin duda olvidándose que en Inglaterra ocurrió un fenómeno parecido en el año 1926 cuando el padre Roland Knox, autor de cuentos detectivescos emitió desde una estación un supuesto motín comunista”.
La crónica dice que los estudiantes de la universidad de Brown le regalaron al joven Welles, de 23 años, “un enorme lollipop, un monstruoso chupete de caramelo”. Al mismo tiempo se anunciaba que la compañía de teléfonos había tenido que atender más de 100.000 llamados. Los habitantes de las poblaciones cercanas a Grovers Mills (lugar donde se produjo el aterrizaje de las naves en la ficción), como Nueva Jersey, Bayonne y Trenton abandonaron sus casas. Hasta académicos y científicos cayeron en el engaño.
El profesor Arturo Buddington, del departamento de Geología de Princeton, no interpretó que lo que escuchaba era una representación teatral y dijo: “no todos los días se tiene ocasión de presenciar la caída de un meteorito, por eso cuando oí desde mi laboratorio la llegada del extraño visitante, consideré ese momento el día más feliz y salí dispuesto a traerme un pedazo”. En el lugar del presunto “aterrizaje” estaba la granja de James Anderson quien recibió infinitas llamadas alertando sobre lo que estaba ocurriendo. Por ello armó un parapeto donde se atrincheró a la espera de los “invasores”.
La guerra, a un paso
Aquella transmisión, enmarcada en un mundo donde la beligerancia entre los países europeos generaba preocupación ante la posibilidad de una nueva guerra mundial, quizás potenció la psicosis de la población que, junto con una puesta en escena de gran calidad a cargo de Welles, revolucionó a la audiencia.
La historia relata que seis días antes de la presentación del Mercury Theatre en los estudios de la Columbia Broadcastin System (CBS) el joven Welles le pidió al guionista Howard Koch que realice cambios a la historia original para que el escenario sea Estados Unidos y no Inglaterra.
Al parecer, el lugar del impacto del meteorito se estableció dejando caer un lápiz sobre un mapa de Nueva Jersey; así, el lugar elegido fue Grovers Mills y la novela se adaptó con gran genialidad: líneas enteras de la prosa de H.G. Wells se convirtieron en crónicas de los reporteros que iban narrando la destrucción, explotando como nunca antes las posibilidades que ofrecía la radio, un medio recién desembarcado en su vertiente comercial, para crear una ficción con apariencia de realidad.
Millones de personas
Los datos de audiencia estiman que cerca de 12 millones de personas escucharon la transmisión y otras tantas cayeron presa del pánico abandonando sus casas y colapsando carreteras y estaciones de Policía. Los teléfonos de emergencias echaron humo durante varias horas recibiendo innumerables mensajes que decían haber visto a los extraterrestres.
El polémico acontecimiento, que terminaba con la “muerte” del propio Orson Welles a causa de los gases que emanaban los invasores, pudo ser el fin de su fulgurante carrera, pero visto en perspectiva, aquello, en realidad, no fue más que el inicio de su leyenda.
Nada de lo expresado en la transmisión fue verdad pero sirvió para demostrar el poder que tenía la radio y, más tarde, los medios de comunicación. Pero dejando de lado algunas cuestiones, aquel relato podría compararse con la distribución de noticias falsas, como ocurre en el presente que infectan las redes sociales. Como se ve, situaciones parecidas ocurrieron ya en el pasado.